jueves, 25 de enero de 2007

PUNTO BMP Nº2

I. Publicados:

Selección de poemas de Fabián Iriarte. Fabián Iriarte nació Laprdia (Buenos Aires) en 1963. Reside actualmente en Mar del Plata. Ha publicado Oscura transparencia (1990), Lyrica Apocrypha (1992), La rosa genital y otros poemas (1993), Guaridas de huir el mundo (2000), La intemperie sin fin (2001) y con sutiles artimañas (2005).

ex-lover (su rara furia). (De Guaridas de huir el mundo.)

estoy seguro de que hacía tiempo
tenía ganas de escribir un poema

que empezara
“mi amor es una silla”

(amor puede ser una silla
mas puede ser rosa también)

sólo para dejar en claro
de una vez por todas el asunto.

no me daré tan pronto por vencido. (De La intemperie sin fin.)

te llevaré a la fuerza hasta la rosa
del jardín más lejano del mundo
voy a hacerte beber toda la lluvia

alguien tiene que hacerlo / alguien
tiene que obligarte / quiero ser
como la dama otoño de man ray

alabar con mis labios / el centro
roto de tu cuerpo / y chupar toda
la miel de tu colmena herida / te
voy a pinchar con la espina del deseo

vacuna de lujuria contra el tiempo
que pasa sin preguntar / qué pasa

debate sobre el género epistolar. (De con sutiles artimañas.)

marco aurelio, circa 139 annus domini: “querido fronto: si un poco de
sueño te vuelve / si una noche de invierno / si después / de tantas
noches en vigilia de las que has estado quejándote, te ruego, te ruego”

pronta respuesta de fronto: "¿que te escriba? / adiós”
enunciador elíptico y retórica de la amorosa pregunta / no se hace esperar:
“que me escribas / desde allí / desde tu soledad / hacia mi
tristeza / aliento de mi vida / ¿debería acaso arder?”

a lo que el objeto referente replica: “¿de amor? ¿por ti?” / observar
pronombres enclíticos y deícticos de difícil ubicación por su significación
ocasional.

II. Poesía anónima

Poesía árabe popular. Anónimo, El jardín de las caricias, Leviatán, Buenos Aires, 2001.

Los senos, los ojos y la cabellera

Más blancos, más lleno de tesoros que las tiendas de un emir, tus senos, bien amada, son la tienda de mi amor.
Cuando a mediodía oculto mi cara en tu cabellera y busco tus ojos, ellos son las dos estrellas que iluminan mi noche perfumada.
Si un día supiera que otro ha dormido en tu cabellera y que tus ojos han iluminado la cara de ese maldito, no tomaría mi puñal, ni compraría veneno, pero silbaría a mis lebreles.
Luego cazaría una gacela, que adornaría con tus collares, y despeñaría en un abismo…

La batalla

Habíamos agotado las palabras de amor.
Callamos entonces, y al igual que el silencio que se establece entre dos ejércitos que han de librar batalla, hubo un silencio profundo entre nosotros.
Y libré la batalla de amor. El ruido de los sables estaba en nuestros besos. Los suspiros de los heridos en nuestros estertores. Las algarabías de los carros de guerra estaban en las arterias…
Y te conservé, contra mí, como un estandarte destrozado.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué buenos poemas de amor, Iriarte! Distintos los tres, con tres tonos. Con intensidades diferentes. Son como amores con distintos destinatarios, no?.

M dijo...

De la poesía de Fabián Iriarte puedo decir eso, que es poesía de Fabián Iriarte....siempre exacta, siempre sutil, siempre lúcida.....si hubiera que agragar algo sería la voz de Iriarte leyendo sus poemas, de algún modo, los que lo escuchamos alguna vez no podemos leerlo sin pensar en su tono, en su ritmo, en su respiración.

p/d: fuera de este punto.....leí en La Nación un elogio sobre un trabajo de Fabián Iriarte en un libro coordinado por Bueno sobre el Ceal o sobre la colección Capítulo, nobleza obliga decir que el poeta es el que mejor queda parado después de la no tan cariñosa reseña.

Anónimo dijo...

Me gustó este. Me recordó un cuento buenísimo de un tal Massimo Bomempelli, llamado LOS SILENCIOSOS. Lo copio , ya q es cortìsimo:
Eranse una vez, en un café, dos amantes, que ya no tenían nada que decirse. Su aspecto, de aflicción más que de otra cosa. Esta aflicción era en el hombre enteramente externa; en la mujer enteramente interna. En la mujer tienen que hacerse internas todas las exterioridades. La aflicción de aquella mujer produjo en ella un resentimiento complejo que estalló en estas palabras: -Ya podías decirme algo, siquiera por la gente. En vano buscó el hombre, desesperadamente, un argumento. La mujer no podía o no quería sugerírselo. Pero como ambos, aunque amantes, eran dos personas de espíritu, llegaron prontamente a un acuerdo: se pusieron a contar en voz baja. El hombre comenzó, acercándose a ella, con expresión misteriosa. —Uno, dos, tres . . . La mujer replicó adusta. —Cuatro, cinco, seis, siete. El hombre, al oír aquellas palabras, se dulcificó y murmuró con patetismo: —Ocho, nueve, diez. No se convenció la mujer, por lo visto, y le fulminó una descarga. —Once, doce, trece . . . Y así continuaron hasta que se hizo de noche . . .

Saludos, Matìas