martes, 21 de agosto de 2007

PUNTO BMP Nº8

I. Poemas de Osvaldo Picardo
Osvaldo Picardo nació en la ciudad de Mar del Plata, en 1955. Dirige la revista cultural La Pecera. Sus libros son: Apenas en el mundo (1988); Poemas con tu altura (1989); Letras en una esfera armilar (1991); Dejar sin ventanas la verdad (1993), Quis quid ubi: Poemas de Quintiliano (1996 y 1998) y Una complicidad que sobrevive (2001). Los siguientes poemas pertenecen a la plaquette “Mar del Plata” (2005).

Las ciudades son absurdas
hasta que alcanzan
la playa del hábito y del amor.
Imponen un tiempo
y una mirada
que no eran tuyas.
He leído que algo parecido
sucede con unos peces
de las profundidades:
Se hunden en la noche del agua
sintiendo la cercanía
de la hembra desconocida.
Y bajo sixtinas de coral
encuentran y descubren
el corazón del instinto.
Basta eso para aplastarse
contra la piel de una vecina
y así, desaparecer día tras día,
hasta que, en la unidad deforme,
pierden los propios ojos
y hasta el primitivo cerebro.
El amor que miente su razón
con tanta entrega, nos abandona
a una práctica insípida:
saludarnos diariamente,
hablar de las mismas cosas
y aplastarnos …


A principios del siglo XX, mi abuelo
fue albañil y fue socialista. Algo
de su pasado me queda
en una foto perdida y en un cuadro:
Episodio de la fiebre amarilla.
Ahí, un recinto en sombras contrasta
con el sol que viene de la calle
y de la época. Recorta tras la puerta el gesto
de dos médicos famosos. Y de una mujer
que está muerta,
con una criatura llorando al pecho.
Es un día de marzo de 1871
y ella aún se llama Ana Bristiani.
La misma fiebre se llevó al padre de mi abuelo.
Pero el miedo y la pobreza los trajo
a la desembocadura de Las Chacras, donde
la publicidad de entonces imaginó
todo como la espuma, puro y saludable.
En esto creyeron una madre y un hijo,
solos en la estación de trenes.
Mi abuelo aparece en esa foto
(que ahora se me ha perdido) de la mano
de una mujer que no sonríe.
Tiene aquel niño sus ojos entramados
en el invisible fotógrafo.
Otra puerta
menos pesada se cierra, y apenas
si hay árboles que sujeten el viento del sudeste:
el que desparrama y mezcla origen y enfermedad.
El albañil y el socialista
harán su casa sobre el arroyo, sobre
lo que fuera inundación y barrio pobre.
Rosa se llamará su amor. Y tres
será la cifra impar de sus hijos.
¿Qué otras imágenes unen lo que no existe
a lo que existe, y así en lo sucesivo?
¿Cómo algo tan fuerte lo desata un día
un simple, absurdo manotazo de viento ?


Hay un cuadro de Hopper
que me recuerda caprichosamente
la ciudad en que nací.
Ventanas en la noche.
En primer plano,
por efecto de la luz y la sombra,
una cadera de mujer y un codo
indican un brusco movimiento
que una de las ventanas recorta.
Es una historia que no necesita
principio ni fin.
La ciudad insiste en aparecer
en la tela del pintor.
También, para mí,
he creado mi propia tela.
No existió antes ni después.
El inmigrante y el desterrado
me entienden.
El turista
nunca ha llegado a estas playas.


II. Poemas de Sergio Ríos.
Sergio Ríos nació en Toluca, México, en 1981. Estudió Letras Latinoamericanas en la UAEM. Sus libros son: Piedrapzarnik (Centro Toluqueño de escritores, 2004) y De cetrería (bonobos, 2004)

NON VOLUNTARIS

Yo era estúpido porque no sabía que sólo
la poesía estúpida es en verdad atrayente y fascinadora

Arturo Carrera


Habremos de corregir
la osamenta del perro
la extremaunción
del amor aturdido
casi el pasito nupcial
en la suficiencia
de una caricia
no en monótono
repliegue
el aislamiento cándido
la onomatopeya volátil
por el hocico abierto
no se llama pereza
aunque
el músculo de la fatiga
bebe una familia
de quince cucarachas
en mestizo aguardiente
los bálsamos de San Gaspar
bebemos también
en la torpeza vertebral
alicaídos
no era una canción de los sesenta
su hermano asaltó
a cuatro turistas
cuando salían del banco
y luego hubo heroína
y noches en el desierto
que gritaba
que dios es un puerco
que dios no es un venado
que dios tiene un collar de jazmines
y un rostro terciopelo
pero es un cerdito
con la cola espiral
por todos conocida
de Tecate
era él
y cruzaba a San Diego
porque parecía gringo
aparezco en la cárcel
con mi hermano pequeño
esa misma noche
el rompe algunos parabrisas
yo arranco los teléfonos
sangra su mano derecha
mordida por estalactitas
sólo quería llamarte
arrancar desa costilla pública
tu huída
descifrar los telones
que ya han caído
estamos sordos
entre los cencerros
de aquella provincia
el calor mece
el soplo rudimentario
de las estrellas
tuerce el histrionismo
tuerce la ebriedad
ahí
como el feto
de un murciélago
en oscuras ceremonias
la nariz
no desconoce el nervio
de una luna baja
justo ahí
llueven los tábanos
salpican las tijerillas
escupen los alacranes
su ignorancia gradual
y no hay otro veneno
lejos de tus manos
no hay nueve meses
famélicos
no hay hecatombe simple
pero nos despedimos
el rencor sonámbulo
también
quiero el pelo blanco
de aquel personaje
en el laberinto de París
ella lee cada estertor
la bilis
como un guante
de bruja
claroscuro
la duquesa colibrí
junto al sauce
el deseo predador
o lavar los sesos
con un gesto siamés
comience el trote
metafísico
el corazoncito lánguido
la querella de novelón alpino
de amantes disecados
improvisara
la nieve egoísta
diminutivos
negaciones pasajeras
enferma
como un hada
que cuelga arrogante
de mi abrigo inglés
sucede el despertar intonso
de los cuerpos sometidos
al sueño
está llorando en mi cama
un metal narcótico
un metal pausado
la legra
se internó en tu vientre
como un cardo
que cocinara
el temor materno
llora toda la noche
no entiende la orfandad
no le contaré de la cárcel
apuntes de lobotomía
en la cabeza
me confunden con un militar
proscrito
ríen de nosotros
tres policías
estoy descalzo
y camino sobre el excremento
desborda un vómito azul
nuestros lechos de piedra
que cagamos
que aullamos
que insultamos
la Verdad en esa celda
nos repiten
nos repiten
cuando nos condenan
rayo una profecía absurda
en la pared íntima
de la celda
rayo con vómito azul
esa orfandad
y hablo el idioma
de los simios.

(Poema inédito)

Yo, el Deshollinador Absurdo de esta fiebre, te advierto del fuego y su filo inconstante, de su caligrafía en el umbral como síntesis lacerada del día, de su latido magro que guarda como herrumbre, de cuando se apea y su quemadura adhiere filamentos de lluvia descompuesta y sucede y se dispersa a otra hoguera, a otro fardo se sombras. Desconfia, de ese reposo que no clausuran los círculos de viento, que no amaga el atardecer disimulado; porque este fuego es el barandal donde la noche pesa sus ríos, es el fuego imperativo que amordaza los ojos. Y si padeces la usura de enmudecer, Viajera con el Vaso Vacío, hay una orilla invertebrada, una ranura de azogue que desboca el alba en las migraciones que secretamente nos llevan.

(de Piedrapizarnik)

ALMOHADA FÚNEBRE
(UNA RENUNCIA)

No me tentará el torpor de los cuerpos que contienes, el vuelo disecado en tus entrañas ahora raudo migajón, ahora vientre. Ninguna piedad para la jaula decapitada al viento, al ovillo de los acantilados muda. No me tentará, atalaya de orejas todo el mato del sueño, ni escucharé cada gesto del día escaso, ni me vendaré con luz cerrada. No me tentarán las migraciones de tu hábito, aunque la noche me embiste horizontal, ineluctable. Guárdame con tu enjambre blando, orilla de viejas alas, nido lento, peine fiel, peinando los andamios de lo que he soñado.

(de De cetrería)

10 comentarios:

Anónimo dijo...

esta más que genial este texto hermano..saludos el surfista de chile...

victor lópez

Anónimo dijo...

Qué grande! Saludos a vos, amigo! A ver cuándo nos venís a visitar.

Óscar David López dijo...

Wow. Eso es frontera, Sergio. Si el cruce es el duelo entre la imagen y la lira, estamos en el paraje. Abrazote, bro.

Anónimo dijo...

Una anécdota. Piedrapizarnik, el nombre del primer libro de Sergio Ríos, es la unión del apellido de dos poetas: el toluqueño Joel Piedra y la argentina Alejandra Pizarnik. Me interesa la historia de Joel Piedra. Es bastante sencilla: Piedra camina hacia un recital de poesía en la facultad de Toluca; unas personas que lo conocían y estaban en auto le ofrecen alcanzarlo hasta el puerto de lectura pero él dice que no, que le gusta caminar. La cuestión es que nunca llegó. Y no saben si se suicidó, lo suicidaron, o si desapareció como desaparece un puño cuando se abre la mano. The end.

Anónimo dijo...

Aclaraciòn geogràfica:la ànecdota acerca de la desapariciòn de Joel Piedra es verdadera, sòlo que no sucediò en Toluca(poca cosa sucede en este limbo) sino en el D.F. a principios de los años setenta. Hubo desaparecidos polìticos en esos años y no serìa extraño que el poeta Piedra fuera uno de ellos.

Anónimo dijo...

Ah,por cierto, Joel Piedra nace en Durango;si no me falla la memoria,en el año de gracia de 1954.

Anónimo dijo...

gracias por las especificaciones, amigou!

Anónimo dijo...

ahi va la dir de una pagina de poemas y cuentos de unos chicos del Amuyen que se llama "claro que noo"

http://claroquenoo.blogspot.com

Anónimo dijo...

muy bueno todo el blog... igual me sigue fascinando la retorcida poesia de Uribe.


saludos de otro poeta blogger (en especial a matias y gaston que los conozco personalmente)

pasen por zoomdevos.blogspot.com y critiquen (aunque sea despiadadamente)

Anónimo dijo...

Buenísimos los poemas de Piccardo!!
Es una Mar del plata sin publicidad